14/5/08

La difícil metafísica: Santo Tomás

Ya se ha comentado de pasada en este blog el hecho más enigmático de la vida de Santo Tomás, la postración nerviosa que sufrió después de la misa del día de San Nicolás (6 de diciembre) de 1273. Fue testigo su secretario, fray Reginaldo de Piperno. Un testimonio indirecto es del napolitano Bartolomé de Capua, que declaró lo que le contó su confesor fray Juan Giudice, que a su vez lo oyó en el lecho de muerte de fray Reginaldo de Piperno. La declaración de Bartolomé de Capua en el proceso de canonización (1319-1321) fue la siguiente:

"Celebrando misa en la capilla de San Nicolás, fue conmovido por un maravilloso cambio y después nunca escribió ni dictó nada. Es más, retiró todos los instrumentos de escribir. Estaba trabajando en la tercera parte de la Suma, el tratado de la penitencia. Viendo fray Reginaldo que el maestro había cesado de escribir, le dijo: "Padre, ¿por qué dejas una obra tan grande que redundaría en alabanza a Dios y sería para luz del mundo?". A lo que respondió el maestro: "Reginaldo, no puedo". Temiendo fray Reginaldo que tanto estudio le hubiera debilitado la mente, le insistía siempre para que continuase escribiendo. Y fray Tomás le respondía: "Reginaldo, no puedo, porque todo lo que he escrito me parece paja". Y añadió fray Tomás, después de mucha insistencia de su secretario: "Todo lo que he escrito me parece paja respecto de lo que he visto y me ha sido revelado".

Así pues ese día Santo Tomás tuvo una experiencia misteriosa, secreta, oculta (que eso quiere decir mística), que por eso mismo no nos podemos explicar bien. Pero nos interesa reflexionar un momento desde este lado de la experiencia mundana, si tuvo motivo Santo Tomás en despreciar su obra escrita, considerándola poco menos que basura.

La Suma Teológica es admirable, pero no es más que el producto de la mente de un hombre que vivió en nuestra tierra, en nuestro tiempo. Es una obra genial, pero es obra humana. Como tal, Tomás de Aquino debía mucho a los filósofos que le precedieron, comenzando por Platón y Aristóteles. Casi se le podría reducir a la condición de peripatético (nunca aprenderemos bastante de su modestia intelectual). Y la sucesión en los últimos siete siglos de estudiosos de su obra, los tomistas, atestigua que Tomás no fue un ángel, sino tan sólo un hombre al que podemos entender, porque hablaba nuestro propio lenguaje y razonaba como nosotros.

Lo que puede alcanzar la mente del hombre para explicar los misterios, incluso una mente genial como la de Tomás, es bien modesto. El gesto del maestro, arrojando a un lado sus escritos como si fuesen basura y desperdicio, nos enseña a comprender el corto alcance de la especulación filosófica en su esfuerzo comprensivo de la realidad. Siempre quedarán fuera de nuestra mirada zonas en sombra y caras ocultas de las cosas, y permanecerá velada para nosotros la razón última de que exista la realidad.

Los diversos testimonios del proceso de canonización, pueden leerse en la biografía de Santo Tomás de Aquino, del profesor Eudaldo Forment, El oficio de sabio (Barcelona, Editorial Ariel, 2007, páginas 210-216).

8 comentarios:

Ignacio dijo...

Con la salvedad que corresponde, pero hay una cierta correlación entre esta epifanía y la percepción a "golpe" de san Agustín o san Pablo, algún acontecimiento desencadena un instante infinito en tí mismo y ves claro tu camino ¿me equivoco?

Joaquín dijo...

Las visiones son extraordinarias, privadas, singulares... MIentras que la filosofía es compartida. Por eso, la filosofía como saber elaborado y premeditado no puede remontar el vuelo, con sus propias fuerzas.

ErmitañoUrbano dijo...

Santo Tomas de Aquino, antes que nada es un Santo y Místico. Es desde esta perspectiva que se lo entiende. La filosofía no basta...la teología racional no basta. El ve al que busca, a Cristo ; y así culmina con la búsqueda. Le quedaba la muerte para el encuentro definitivo. Es muy bueno leer la introducion a la Suma Teológica del Padre Santiago Ramirez O.P. donde habla de la vida del santo.

Joaquín dijo...

Gracias, Ermitaño. Seguramente el mismo Santo Tomás nos puso sobre la pista de que con el estudio de su obra discursiva, de escuela, no habremos comprendido finalmente su doctrina, que se eleva sobre cualquier posible ciencia racional.

Sobre Santiago Ramírez OP (1891-1967), ver este link: filosofía en español.

Morgenrot dijo...

Interesantísima entrada, casi tanto como lo acontecido y aquí narrado.

Los escritos de Santo Tomás, están muy por encima de lo que un hombre puede llegar a saber y describir, incluidos los intelectuales y metafísicos.

No obstante, como Santo, tuvo una experiencia con Dios que se escapa de la mente humana, ni él y menos nosotros podemos comprenderlo.

Una vez obtenido , llamémosle " conocimiento divino " , todo lo anterior, para lo que tanto se esforzó y estudió, le pareció "paja".

Estamos tan limitados que no podemos llegar a conocer ni comprender lo realmente importante, y él tuvo un acercamiento a La Esencia, al Todo, en suma, a Dios.

¡ Bendito sea !

o s a k a dijo...

una de las valiosas lecciones que he aprendido este verano del entonces cardenal Ratzinger es que el fenómeno de la revelación es personal, o no es. Las escrituras y la tradición nos acercan a Dios, pero en ningún caso lo sustituyen. Son un producto, un reflejo de la acción divina, no la acción divina en sí misma.

El hombre debe acudir a las escrituras en busca de guía e iluminación, pero nada sustituye a su experiencia personal frente a Dios. La biblioteca más nutrida, más consultada, mejor entendida, no sirve DE NADA sin el hecho cierto de la revelación.

a modo de conclusión improvisada, acudo al símil del tronco y las raíces de San Pablo, a la parábola de la vid y los sarmientos, al reflejo de la luz del sol en la luna: lo uno es proyección de lo Otro

espero haberme incorporado a clase a tiempo

n a c o

Joaquín dijo...

Osaka, estoy de acuerdo contigo que la Revelación supera a las Escrituras: no hay que hacerlas absolutas.

o s a k a dijo...

¡qué oportuna la lectura de hoy!

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 2, l0b-16

Hermanos: El Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios recibimos. Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales. A nivel humano, uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una necedad; no es capaz de percibirlo, porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no está sujeto al juicio de nadie. «¿Quién conoce la mente del Señor para poder instruirlo? » Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo.

un abrazo, hermano