29/4/08

Dos maneras de estudiar a Santo Tomás (1)

Estamos deseando ir ya a Tomás, leer directamente en su obra mayor, aunque en estos textos prologales, a manera de ambientación sucinta, tal vez no debiera faltar una referencia al más destacado neotomista de nuestro tiempo, Jacques Maritain (1882-1973), amigo personal del Papa Pablo VI. En una de sus tempranas obras tomistas, El Doctor Angélico (1929), Maritain nos describe dos maneras alternativas de estudiar a Santo Tomás. Creo que estamos en el momento oportuno para hacer esta reflexión de método. Dice Maritain:

"Observemos que hay dos maneras de estudiar a Santo Tomás..., una sana y la otra extraviada desde el principio. Estoy tan convencido de que es así, que me gustaría persuadir a los jóvenes de que es verdad. Una manera de estudiar a Santo Tomás consiste en leer a Kant, Hegel y los filósofos de mayor actualidad, para empezar; y luego a los Padres, y Avicena y Averroes, y si se presenta la ocasión, Pedro Lombardo o Alejandro de Hales, y en fin los escritos de Santo Tomás en orden cronológico (aunque sólo unos fragmentos de éstos, porque la vida es corta), de manera que se clarifique a Santo Tomás a la luz de la filosofía moderna y se discierna todo lo que recibió de sus predecesores, todo lo que él les sumó, y todo lo que recibió de sí mismo y a sí mismo sumó a lo largo de su desarrollo individual. Este método, tomado como norma de disciplina intelectual, es inútil e infructuoso. Lo único que se saca de todo eso es tratar a Santo Tomás como objeto de juicio, procediendo como si uno ya tuviese ciencia, cuando de lo que se trata es de adquirir la ciencia.

"A condición de que se indague con la debida instrucción, y de que uno no espere mucho, tales investigaciones y comparaciones son buenas e incluso necesarias (sobre todo el estudio intensivo de los filósofos modernos) pero a quienes han alcanzado la madurez del saber. Los principiantes lo único que sacan es presunción, no ciencia."

26/4/08

Fidelidad a Santo Tomás

Vamos a concluir la lectura de la Carta Ap. Lumen Ecclesiae, con la exhortación final de Pablo VI para una recta y fiel utilización de la obra de Santo Tomás.

1. La doctrina escolástica no es fácil, como lo fue en siglos pasados. No basta con repetir materialmente la doctrina, las fórmulas, los problemas y el tipo de exposición con que solían tratarse antiguamente estas cuestiones. Una repetición así no garantizaría la verdadera fidelidad a la doctrina de nuestro autor. Quienes estudien a Santo Tomás deben esforzarse para que sea comprendido en su vitalidad fuera del ámbito restringido de la escolástica.

2. Es preciso considerar atentamente lo que más interesa hoy a cuantos se esfuerzan por obtener una mejor inteligencia de la fe. Si no se penetra bien en el pensamiento contemporáneo, es imposible distinguir, y mucho más exponer -cotejando adecuadamente las diferencias y semejanza-, el tema que se aborda y al que la teología ilumina plenamente. Los verdaderos discípulos de Santo Tomás no dejaron nunca de efectuar este cotejo necesario entre la doctrina de la Escuela y las ideas modernas.

3. Es necesario buscar, como en un diálogo ininterrumpido, una comunión vital con el propio Santo Tomás. Éste se presenta a nuestra época como maestro de un método eficacísimo de pensar, al ir directamente a la raíz de lo que es esencial, al aceptar con humildad y buena disposición la verdad de donde quiera que venga, y al dar un ejemplo singular del modo cómo deben armonizarse entre sí los tesoros y las exigencias supremas de la mente humana y las profundas realidades contenidas en la palabra de Dios. Nos enseña también a ser inteligentes en la fe, a serlo plena y valientemente.

4. No hay fidelidad verdadera y fecunda, si no aceptan los principios de Santo Tomás, recibiéndolos como de sus manos. “El mejor modo de honrar a Santo Tomás es ahondar en la verdad a la que el sirvió, y, en la medida de lo posible, demostrar su capacidad para incorporar los descubrimientos que, con el paso del tiempo, el ingenio humano logra realizar” (card. Charles Journet).

(Lumen Ecclesiae, nn. 26-28).

23/4/08

Stilus brevis

"Queremos señalar finalmente otro mérito que contribuye no poco a la utilidad y excelencia de la doctrina de Santo Tomás: nos referimos a su estilo literario, límpido, sobrio, preciso, forjado en el ejercicio de la enseñanza, en la discusión y en la redacción de sus obras. Baste repetir a este propósito lo que se leía en la antigua liturgia dominica en la fiesta del Aquinate: Stilus brevis, grata facundia; celsa, firma, clara sententia (Estilo conciso, exposición agradable, pensamiento profundo, denso, claro).

"No es ésta la última razón de la utilidad de acudir a Santo Tomás en un tiempo como el nuestro, en el que a menudo se emplea un lenguaje o demasiado complicado y retorcido, o demasiado tosco y vulgar, o incluso tan ambiguo que no sirve ni de vehículo del pensamiento, ni de mediador entre los que están llamados al intercambio y comunión en la verdad."
(Lumen Ecclesiae, n. 20).

En nuestra primera anotación temía que algo importante de la comprensión del texto de Santo Tomás se pierde si no se lee en latín. Pablo VI ha recordado esa fórmula ("Stilus brevis...") que compendia inmejorablemente los quilates de la prosa tomista, que se expresó eficientemente en la sintética lengua de la escuela: la mayor carga conceptual para la menor extensión verbal (pocas palabras pero elocuentes), realizando el ideal de que las palabras transparenten el pensamiento.

Para los hablantes de una lengua románica, ¡no hay excusa para no leer a Tomás en latín!

21/4/08

Maestro en el arte de pensar

Pablo VI nos recomienda a Santo Tomás como maestro en el arte de pensar, según le llamaba. La altura magisterial del Aquinate es manifiesta a quien se acerca a leer la Suma Teológica, que se presenta a la vista como una ferrea sucesión de preguntas, discusiones, argumentos y objeciones, en la que la monotonía estructural permite entrar con seguridad en la discusión de fondo.

Santo Tomás es maestro por el uso riguroso de la inferencia, y en el descubrimiento, en cada asunto, del mejor argumento, apoyándose muchas veces en la Escritura, o en los Padres, los filósofos antiguos y contemporáneos, o tan sólo en el puro razonamiento lógico.

De esta manera sintetiza Pablo VI las virtudes de Santo Tomás como maestro de pensamiento:

"Desgraciadamente hay muchas doctrinas y sistemas modernos radicalmente irreconciliables con la fe y la teología cristianas. Sin embargo, Santo Tomás enseña cómo, incluso en este caso, dichos sistemas pueden proporcionar, ya aportaciones particulares útiles para el perfeccionamiento y desarrollo constantes de la doctrina tradicional, ya al menos estímulos para reflexionar sobre puntos antes ignorados o insuficientemente explicados.

"El método seguido por Santo Tomás en este trabajo de confrontación y asimilación puede servir también de ejemplo a los estudiosos de nuestro tiempo. En efecto, se sabe que entablaba con todos los pensadores del pasado y de su tiempo —cristianos y no cristianos— una especie de diálogo intelectual. Estudiaba sus sentencias, opiniones, dudas y dificultades, intentando comprender su íntima raíz ideológica y no pocas veces sus condicionamientos socio–culturales. Luego, exponía su pensamiento, especialmente en las
Quaestiones y en las Summae. No se trataba sólo de un inventario de dificultades que había que resolver o de objeciones que había que refutar, sino de un planteamiento dialéctico del procedimiento, que lo impulsaba a la búsqueda y a la elaboración de tesis seguras sobre los puntos que eran objeto de reflexión o de discusión...

"Por este camino Santo Tomás llegó a una síntesis grandiosa y armónica del pensamiento, de valor verdaderamente universal, en virtud de la cual es maestro también en nuestro tiempo."

(Lumen Ecclesiae, nn. 18-19).

18/4/08

La verdad, quienquiera que la diga

Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est [“La verdad, quienquiera que la diga, procede del Espíritu Santo, que infunde la luz natural y mueve a la inteligencia y a la expresión de la verdad”], es un principio recibido por Santo Tomás (S. Th. 1-2 q.109 a.1) del comentario ambrosiano a I Cor. 12,3.

La verdad no es privativa de círculos particulares de creyentes: es patrimonio de toda la humanidad. Todo hombre es capaz de alcanzar la verdad, que tiene valor ecuménico. Por eso el filósofo ha de estar atento a la verdad, cualquiera que sea su origen. Santo Tomás ilustra perfectamente esta actitud intelectual de "mente abierta". En la Carta Apostólica Lumen Ecclesiae (1974), dice Pablo VI:

“En efecto, no sólo se preocupó de conocer las ideas nuevas, los problemas nuevos y las nuevas afirmaciones e impugnaciones de la razón acerca de la fe, sino también de estudiar con ahínco ante todo la Sagrada Escritura, que explicó desde sus primeros años de magisterio en París, las obras de los Santos Padres y escritores cristianos, la tradición teológica y jurídica de la Iglesia y al mismo tiempo toda filosofía anterior y contemporánea, no sólo aristotélica, sino también platónica, neoplatónica, romana, cristiana, árabe y judía, sin pretender en absoluto efectuar una ruptura con el pasado, ruptura que lo habría privado de su raíz, de manera que se puede decir con toda razón que asimiló bien la frase de San Pablo: “no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene a ti” (Rom 11,18).

"Tal afán de buscar la verdad, entregándose a ella sin escatimar ningún esfuerzo —afán que Santo Tomás consideró misión específica de toda su vida y que cumplió egregiamente con su magisterio y con sus escritos—, hace que pueda llamársele con todo derecho “apóstol de la verdad” y que pueda proponerse como ejemplo a todos los que desempeñan la función de enseñar.”


(Lumen Ecclesiae, nn. 9-10).

16/4/08

¡Id a Tomás!

Comenzaremos con la lectura de una importante apología del Doctor Común, la Carta Apostólica Lumen Ecclesiae, del Papa Pablo VI, en el VII centenario de la muerte de Santo Tomás de Aquino (20 de noviembre de 1974). La Carta es un balance de la doctrina tomista y de su proyección futura, que no ha perdido interés ni acierto. Con gran agudeza Pablo VI explicaba los motivos más elementales del rechazo de la doctrina tomista: ¡sencillamente es que no se lee a Santo Tomás!

"Muchas veces el recelo o aversión que se siente hacia Santo Tomás deriva de un contacto superficial y saltuario con su doctrina, más aún, del hecho de que no se leen ni se estudian sus obras. Por eso, también nosotros, como hizo Pío XI, recomendamos a todos los que deseen formarse un criterio maduro acerca de la postura que hay que adoptar en esta materia: ¡Id a Tomás! (Studiorum Ducem, 1923). Buscad y leed las obras de Santo Tomás —repetimos con gusto— no sólo para encontrar alimento espiritual seguro en aquellos opulentos tesoros, sino también y ante todo, para daros cuenta personalmente de la incomparable profundidad, riqueza e importancia de la doctrina que contienen."