13/10/08

Del orden que debe seguirse en el estudio


En nuestra vida diaria seguimos un orden en nuestras cosas: hacemos unas tareas antes que otras, posponemos unas y resolvemos comenzar por las que más nos urgen. Así decimos que arreglamos nuestros asuntos. Pues el orden es una forma de componer las acciones y someterlas a una secuencia de pasos, uno tras otro.

En el estudio de las ciencias pasa igual. Interiorizamos el saber oyendo al maestro, leyendo en los libros, observando y palpando las cosas. Nuestra anatomía músculo-esquelética y nuestro aparato sensor (los ojos y oídos, y el tacto) nos fuerzan a captar las ideas de forma serial, paso a paso, peldaño a peldaño, lección a lección. Aunque una vez hecha nuestra la ciencia la contemplemos en el interior de nuestra mente de otra manera, global y holística, porque nuestro cerebro opera seguramente así.

Podemos entonces decir que los saberes son un totum simul, y que sólo en el proceso de darlos a conocer a otras personas, por la palabra, la escritura, el gesto o el dibujo, debemos desplegar la totalidad arrollada de nuestra mente, en una serie escalonada de imágenes, conceptos y palabras. Desde el primer momento los párvulos deben captar la idea de que los conceptos que explicaremos de forma seriada, deben alojarse en sus mentes de manera global, como una figura geométrica autoconsistente.

En su prodigioso prólogo a la Summa, Santo Tomás retrata el peor defecto de la escuela: la confusión y erratismo de las explicaciones. Nos dice haber advertido los muchos obstáculos que impiden aprender a los debutantes en la ciencia: por una parte, la proliferación de temas inútiles [multiplicationem inutilium quaestionum, articulorum et argumentorum], por otra, que los temas que deben conocerse de una ciencia no se explican según el orden que requiere la disciplina [quia ea quae sunt necessaria talibus ad sciendum, non traduntur secundum ordinem disciplinae], y que se explican "a la buena de Dios" [secundum quod se praebebat occasio disputandi] o, en fin, que se repiten demasiado los temas, mosqueando a los estudiantes [quia eorundem frequens repetitio et fastidium et confusionem generabat in animis auditorum].

El propósito declarado de Santo Tomás es exponer los temas de forma concisa y clara, según lo permita la materia [breviter ac dilucide prosequi, secundum quod materia patietur]. Por nuestra parte, desobedeciendo algo su ideal expositivo, dedicaremos aún algunas entradas (o lecciones) a reflexionar un poco más sobre el orden en el estudio de la ciencia.

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6 comentarios:

Mendrugo dijo...

Me alegro de leerte, Joaquín.
Ya estaba preocupado.

Joaquín dijo...

Gracias, Mendrugo.
No sé si es que estuve cogiendo carrerilla, o es que me entró el metus reverentialis frente a la tarea que me he autoimpuesto (que sea titánico leer, simplemente leer, a Santo
Tomás, da idea de su grandeza intelectual).

Emilio Cervantes dijo...

Joaquín, haces pero que muy bien en ir despacio. Ve si puedes más despacio,.....pero con paso firme.

De la proliferación de temas inútiles ya habíamos hablado.
Mi pregunta era ¿Qué hacer cuando las altas instancias, por ejemplo la Real Academia de la Lengua Española, insiste en tocar temas inútiles?

Mi respuesta es sencilla: no reconocer dichos temas. Hacer como si no existiesen. Ya vimos un ejemplo y veremos más.....

Joaquín dijo...

Emilio, gracias por venir...

De hecho, sobre la (supuesta) inutilidad de los asuntos inútiles, tratarlo daría espacio para todo un semestre, full time. A lo mejor me lo pienso, y le dedico un post. No sería nada inútil.

Emilio Cervantes dijo...

Hola Joaquín,

Si dedicas un post a los temas inútiles y el post no es inútil, entonces tendrás que dedicarles otro que lo sea. Prueba a ver,....

Pero mi cuestión, que no supe escribir bien, se refería a las palabras. ¿Qué trato daremos a las palabras inútiles?

Joaquín dijo...

Hola, Emilio, no creas que sean trabajos perdidos, ocuparse de las inutilidades. Adelanto que Santo Tomás juzga de lo útil y de lo inútil, "secundum quid", ya lo veremos.

¿Palabras inútiles? La lengua es eficiente, aunque los hablantes pueden ser ineficaces. Pero no tenemos otro medio mejor de comunicar las ideas más que por la palabra (y por extensión, por las imágenes, los gráficos o las fórmulas).

Expresarse bien es importante. Cada hablante tiene que ser también un censor de la lengua, que evoluciona por su uso colectivo.

¿Trato a las palabras inútiles? No usarlas.