Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est [“La verdad, quienquiera que la diga, procede del Espíritu Santo, que infunde la luz natural y mueve a la inteligencia y a la expresión de la verdad”], es un principio recibido por Santo Tomás (S. Th. 1-2 q.109 a.1) del comentario ambrosiano a I Cor. 12,3.
La verdad no es privativa de círculos particulares de creyentes: es patrimonio de toda la humanidad. Todo hombre es capaz de alcanzar la verdad, que tiene valor ecuménico. Por eso el filósofo ha de estar atento a la verdad, cualquiera que sea su origen. Santo Tomás ilustra perfectamente esta actitud intelectual de "mente abierta". En la Carta Apostólica Lumen Ecclesiae (1974), dice Pablo VI:
“En efecto, no sólo se preocupó de conocer las ideas nuevas, los problemas nuevos y las nuevas afirmaciones e impugnaciones de la razón acerca de la fe, sino también de estudiar con ahínco ante todo la Sagrada Escritura, que explicó desde sus primeros años de magisterio en París, las obras de los Santos Padres y escritores cristianos, la tradición teológica y jurídica de la Iglesia y al mismo tiempo toda filosofía anterior y contemporánea, no sólo aristotélica, sino también platónica, neoplatónica, romana, cristiana, árabe y judía, sin pretender en absoluto efectuar una ruptura con el pasado, ruptura que lo habría privado de su raíz, de manera que se puede decir con toda razón que asimiló bien la frase de San Pablo: “no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene a ti” (Rom 11,18).
"Tal afán de buscar la verdad, entregándose a ella sin escatimar ningún esfuerzo —afán que Santo Tomás consideró misión específica de toda su vida y que cumplió egregiamente con su magisterio y con sus escritos—, hace que pueda llamársele con todo derecho “apóstol de la verdad” y que pueda proponerse como ejemplo a todos los que desempeñan la función de enseñar.”
(Lumen Ecclesiae, nn. 9-10).
La verdad no es privativa de círculos particulares de creyentes: es patrimonio de toda la humanidad. Todo hombre es capaz de alcanzar la verdad, que tiene valor ecuménico. Por eso el filósofo ha de estar atento a la verdad, cualquiera que sea su origen. Santo Tomás ilustra perfectamente esta actitud intelectual de "mente abierta". En la Carta Apostólica Lumen Ecclesiae (1974), dice Pablo VI:
“En efecto, no sólo se preocupó de conocer las ideas nuevas, los problemas nuevos y las nuevas afirmaciones e impugnaciones de la razón acerca de la fe, sino también de estudiar con ahínco ante todo la Sagrada Escritura, que explicó desde sus primeros años de magisterio en París, las obras de los Santos Padres y escritores cristianos, la tradición teológica y jurídica de la Iglesia y al mismo tiempo toda filosofía anterior y contemporánea, no sólo aristotélica, sino también platónica, neoplatónica, romana, cristiana, árabe y judía, sin pretender en absoluto efectuar una ruptura con el pasado, ruptura que lo habría privado de su raíz, de manera que se puede decir con toda razón que asimiló bien la frase de San Pablo: “no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz la que te sostiene a ti” (Rom 11,18).
"Tal afán de buscar la verdad, entregándose a ella sin escatimar ningún esfuerzo —afán que Santo Tomás consideró misión específica de toda su vida y que cumplió egregiamente con su magisterio y con sus escritos—, hace que pueda llamársele con todo derecho “apóstol de la verdad” y que pueda proponerse como ejemplo a todos los que desempeñan la función de enseñar.”
(Lumen Ecclesiae, nn. 9-10).
11 comentarios:
conquisīvérimus veritas?
Videmus nunc per speculum in aenigmate: tunc autem facie ad faciem. I Cor. 13,12
uy... los del final de la clase,además e torpes, no hablamos latín... nos vais a dejar en el furgón de cola...
Mary White, en los enlaces tienes doble acceso a la Suma en castellano. Siempre procuraré dar las dos versiones, aunque animo a leer la latina... ¡Id a Tomás!
Era una ironía acerca de los comentarios. Ya he visto que siempre pones el vínculo en castellano.
Y debió ser de paladar fino (además de aposto de la verdad).
Pero la percepción de La Verdad, o la intuición de La verdad pasa, al menos es mi caso, necesariamente por un proceso refinado (y esencialmente cruel) de liberarse de uno mismo y de la propia leyenda personal; sólo al liberarnos de nosotros mismos conocemos nuestra verdad interior, a nosotros mismos; sólo a partir de ése momento "vemos" la verdad, tras habernos visto en nuestra miseria y grandeza percibimos al otro en su magnitud; la existencia de La verdad sólo la sabemos cuando nos "deshuesamos" de cosméticas, de adolescencia, de inmadurez ¿no?
Tumbaíto... ¡era mendicante!
Ignacio, de momento, que estamos tan sólo en el preámbulo, aceptamos una idea de verdad que es la que entiende todo el mundo: "las cosas como son". Ya llegaremos al tema 'De veritate', al que el Aquinate prestó gran atención.
Entonces hubo mendicantes de paladar fino.
Gracias Joaquín, por esta iniciativa tan necesaria en el emponzoñamiento relativista en que estamos insertos.
Federico, Vecino de Ignacio.
El misterio el Espíritu Santo, a quién invoco cada día, es de los más hermosos que pudiera existir.
Y la cuestión es que Existe y que lo puedes sentir en momentos determinados de tu vida, como Algo incomprensible, inefable, pero que te alcanza y te llena.
Para la búsqueda de la verdad, insistencia constante en Santo Tomás, es requisito sine que non El Espíritu que nos hace vislumbrar lo inexplicable.
Sigamos, ...
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