11/5/08

La dificil metafísica: Maimónides

Rabbi Moshe ben Maimon, conocido en occidente como Maimónides (1135-1204), al que Santo Tomás llama justamente Rabbi Moyses, es "el Aristóteles judío de los tiempos medios" (Menéndez Pelayo). En su Guía de perplejos realiza una exégesis filosófica de la Sagrada Escritura, pretendiendo mostrar, como luego hará el Aquinate, la conformidad de la revelación con el discurso racional.

En introducción a esta obra, su primer traductor al castellano, el hebraísta David Gonzalo Maeso (1902-1990), dice: "su obra maestra, el Morèh [la Guía], monumento imperecedero de la época, sólo admite paragón, en cuanto a grandiosidad, con la Suma Teológica y la Divina Comedia, cada una en su orden, a cuyos autores precedió en un siglo o más, jalonando así los tres la Historia de la Cultura como figuras máximas señeras de la Baja Edad Media (s. XII, Maimónides; s. XIII, Santo Tomás; s. XIV, Dante Alighieri)."

La Guía de perplejos está precedida por una carta dedicatoria del autor a su discípulo R. Yosef ben Yehudá, aficionado al estudio de la metafísica. Pensando en él, y en otros en su mismo estado, interrumpe Maimonides su discurso con unos consejos didácticos, en los que explica "cinco causas que impiden el estudio directo de las verdades metafísicas" (I,34).

Estas dificultades son: 1) Dificultad, sutileza y profundidad de la materia en sí misma; 2) Común deficiencia mental en los comienzos, dado que el hombre no alcanza, desde un principio su última perfección, existente en él sólo "en potencia", y en los inicios le falta "el acto"; 3) Larga duración de los estudios preparatorios; 4) Las disposiciones naturales; y 5) La ocupación requerida por los menesteres corporales... "particularmente cuando se junta el cuidado de mujer e hijos". Vamos a leer alguna de sus reflexiones:

"El hombre experimenta un deseo natural de llegar hasta las cimas, y a menudo se hastía de los preliminares, mostrándose reacio a su prosecución. Recuerda, no obstante, que si fuera factible alcanzar el término sin los precedentes estudios preparatorios, éstos ya no serían tales, sino meros divertimentos y futilidades. Si despiertas a uno cualquiera, como se despabila al que se halla durmiendo, preguntándole, p.e., si desea de inmediato adquirir conocimiento sobre las esferas celestiales, su número y configuración, y cuál es su contenido; qué son los ángeles, cómo fue creado el mundo en su conjunto y cuál es su finalidad, según la disposición recíproca de sus componentes; qué cosa es el alma y cómo ha aparecido en el cuerpo, si es separable de éste, cómo y por qué procedimiento y en qué condiciones, y otras averiguaciones semejantes, tal individuo se pronunciaría, sin duda alguna, afirmativamente, sentiría un deseo natural de saber cómo son en realidad las cosas, pero querría calmarlo y llegar al conocimiento de todo eso con dos o tres palabras que tú le dijeras. Sin embargo, si le impusieras la obligación de suspender su ocupación durante una semana hasta que pudiese comprender todo ello, no lo haría, contentándose con elusivas fantasías que aquietasen su espíritu, y sentiría contrariedad al oír que hay cosas cuyo conocimiento requiere cantidad de nociones previas y prolongadas investigaciones".

Y concluye Maimónides: "Resultado de todas estas causas es que dichas materias solamente son aptas para un corto número de individuos aislados y selectos, no a la masa, las cuales, por tal motivo, deberán sustraerse al principiante, e impedirle su acceso a las mismas, al modo como se evita dar a un niño pequeño alimentos crasos o que levanten pesos onerosos".

Nótese que esta última comparación con los alimentos infantiles también lo empleaba el judío Pablo en su primera carta a los corintios (3,1-2), que Santo Tomás invoca en el prólogo a la Suma Teológica, y que nosotros hemos adoptado como lema del blog.

5 comentarios:

Persio dijo...

Difícil alcanzar la cima, ciertamente.

La obra de Maimónides la he visto titulada también de esta otra forma que me gusta más:
"Guía para descarriados".

Más incisiva, tal vez.

Joaquín dijo...

Gracias Persio.

La discusión del título es larga. La traducción latina es Directio perplexorum o bien Doctor perplexorum. Gonzalo Maeso estaba disconforme con la traducción "descarriados" (tomada del francés: Le guide des égarés), porque no tiene ninguna connotación moral. La obra no se dirige a los que se han apartado del camino (se han descarriado), sino a los que no lo encuentran y se encuentran perplejos.

Añade la siguiente precisión (para los que conozcan la lengua hebrea): "el traductor hebreo eligió el participio nebukim (del verbo buk, desconcertarse, desorientarse, encontrarse perplejo, confuso, embrollado, andar errante", pensando en el versículo bíblico Ex 14,3.

Hay que saber que Maimonides escribió esta obra originalmente en lengua árabe (que era la del medio cultural de su tiempo).

Ignacio dijo...

Siempre la pensé como la guía para desorientados.
Me gusta como define la necesidad del esfuerzo y la humildad para poder avanzar como persona: con tu permiso y conra alguna prevención propia lo linko (no quiero que se te llene del todo este blog, es como un rincón algo privado)

Morgenrot dijo...

Capacidad intelectual , esfuerzo, disciplina, tiempo y paciencia.

No esperaba menos, y cada concepto en sí, tiene mérito.

El texto de Maimónides, magnífico.

o s a k a dijo...

supongo que es normal identificarse con el abofeteado dormilón